La aridez se ha convertido en una de las amenazas ambientales más urgentes de nuestro tiempo, afectando al 77% de la superficie terrestre en los últimos 30 años, según un reciente informe presentado en la decimosexta Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas contra la Desertificación (COP16). Este evento se lleva a cabo del 2 al 13 de diciembre de 2024 en Riad, Arabia Saudita, y reúne a representantes de todo el mundo para debatir estrategias y compromisos en la lucha contra la desertificación y la sequía. En esta instancia, destaca la participación de la académica Anahí Ocampo, de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, quien contribuyó como miembro del Science Policy Interface (SPI).
El informe titulado "The Global Threat of Drying Lands: regional and global aridity trends and future projections" revela que el cambio climático, impulsado principalmente por actividades humanas, es el factor clave detrás de este fenómeno. Las cifras son alarmantes: más del 40% de las tierras del planeta son ahora consideradas áridas, y se estima que esta proporción podría aumentar en un 3% hacia fines de siglo si no se toman medidas inmediatas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En el continente americano, regiones como el oeste de Estados Unidos, la península de Yucatán, el noreste de Brasil y el noroeste de Argentina han experimentado un aumento significativo en la aridez.
“La creciente aridez es una transformación permanente del clima de la Tierra, con consecuencias devastadoras para los ecosistemas, la seguridad alimentaria y los medios de vida humanos”, destaca el informe del SPI. Actualmente, más de 2.300 millones de personas —más del 30% de la población mundial— viven en tierras áridas, y esta cifra podría alcanzar los 5.000 millones para el año 2100 en escenarios de alto riesgo. Además, la aridez afecta al 40% de las tierras cultivables del planeta, lo que incrementa la degradación agrícola, la pérdida de biodiversidad y la escasez de agua.
El equipo del Science Policy Interface, del cual forma parte la profesora Ocampo, presentó un segundo informe titulado "Sustainable Land Use Systems: A Path Forward to Collectively Achieve Resilience", que propone soluciones prácticas para mitigar la aridez y generar resiliencia frente al cambio climático. Entre las recomendaciones se incluyen la mejora de las prácticas de uso de la tierra, la adopción de cultivos que requieran menos agua, y la implementación de tecnologías de riego más eficientes, como el riego por goteo, para minimizar la evaporación del agua. Según la académica, "estas medidas no solo ayudan a enfrentar la crisis climática, sino que también son fundamentales para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad a largo plazo de las comunidades más vulnerables".
El propósito principal de la COP16 es convertir los hallazgos de estos reportes en compromisos concretos para los próximos años. La crisis de aridez debe ser vista como una prioridad global. Necesitamos acciones coordinadas entre los países para evitar mayores impactos en los ecosistemas y las personas, es una de las refleziones que destaca la profesora Ocampo, quien además resalta el rol crucial de los científicos en la creación de estrategias efectivas.
La COP16 no solo reafirma la necesidad de abordar la crisis de aridez como una emergencia climática, sino que también evidencia la importancia de la colaboración internacional y el trabajo interdisciplinario para enfrentar desafíos globales. Se espera que las conclusiones y compromisos de esta conferencia sean un paso significativo hacia la construcción de un futuro más resiliente y sostenible.