Columna de Opinión

Opinión: Ceda el paso a las especies migratorias

Opinión: Ceda el paso a las especies migratorias

A diferencia de las plantas y otros organismos sésiles, la mayoría de los animales tienen la capacidad de desplazarse en busca de mejores condiciones para vivir. Sin embargo, una porción de estas especies ha llevado esta habilidad a niveles superlativos, embarcándose año a año en movimientos que pueden alcanzar, en algunos casos, a los miles de kilómetros. Las especies migratorias desarrollaron esta estrategia como una forma de aprovechar ecosistemas altamente estacionales, utilizándolos durante el período de bonanza (e.g. durante el verano) y abandonándolos en el período de escasez o rigor climático (e.g. invierno). Algunas especies muy móviles aprendieron a moverse entre el hemisferio norte y el hemisferio sur en busca del “eterno verano”. Otras, menos ambiciosas, se conformaron con moverse unos pocos kilómetros para escapar del invierno crudo de la montaña hacia el invierno más amable de los valles.

Durante millones de años estos animales fueron especializándose, refinando sus estrategias. Aprendieron a determinar el momento óptimo para iniciar la migración, y qué preparativos hacer para el viaje. Aprendieron a cómo orientarse, y buscar la ruta más eficiente. Aprendieron a identificar los sitios donde parar a reabastacerse y a reconocer los peligros que traía cada nuevo territorio que cruzaban. Y todo iba bastante bien. Hasta que llegamos nosotros.

El pitotoy grande.

Durante los últimos dos siglos, la vida de las especies migratorias se ha hecho cuesta arriba. Las actividades humanas han significado una disrupción en casi la totalidad de los ámbitos de su historia natural. En el pasado cazamos intensamente a algunas de estas especies durante su movimiento. También, deterioramos su hábitat reproductivo y/o el de invernada. Destruimos sitios estratégicos de alimentación y descanso. Instalamos barreras a su movimiento e infraestructura con la que muchas se accidentan. Incluso, con el cambio climático estamos produciendo un desacople entre la fenología de los ecosistemas que estas especies utilizan y las señales que éstas usan para planificar su calendario migratorio (e.g. relación del largo del día vs la noche).

Esta diversidad de problemas hace que la conservación de las especies migratorias sea una tarea particularmente desafiante, que requiere de la coordinación entre diferentes organizaciones y agencias gubernamentales, muchas veces de los distintos paises que comparten la ruta migratoria de la especie. Todos deben hacer su parte o la cadena se puede cortar irremediablemente.

Chile, como destino final de invernada de una gran cantidad de especies de aves costeras provenientes del hemisferio norte, tiene una enorme responsabilidad en esta difícil tarea. Y aunque existen avances en la institucionalidad como la actualización de la Estrategia Nacional de Conservación de Aves o la protección de algunos humedales costeros, aún persisten muchos problemas que amenazan a estas especies durante su estadía en nuestras costas.

El hecho de que la llegada al país de decenas de miles de aves coincide con la temporada en que cientos de miles de personas se abalanzan sobre las playas, plantea una competencia evidente por el espacio. Competencia asimétrica, que las aves tienen todas las de perder. Por otro lado, la creciente urbanización de los bordes costeros, sumada a la acción creciente de las marejadas está reduciendo el ancho efectivo de muchas playas, dejando a estas aves cada vez con menos espacio para su descanso y alimentación.

Unos de los principales problemas que tenemos en Chile son los onmipresentes perros que acosan constantemente a las aves, quienes pierden valiosas calorías huyendo de sus continuos ataques. Calorías menos que les pueden costar caro en su viaje de retorno al norte.

Si a esto agregamos la sobrepesca de especies de las que estas aves se alimentan, la contaminación de playas y estuarios, los vehículos 4x4 circulando por playas y dunas, y la creciente presencia de campos de aerogeneradores en la costa del país, la situación para estas especies no parece muy auspiciosa.

*El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad del autor o autora y no representa necesariamente la visión de la Facultad de Ciencas Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile (FCFCN).

 

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