Columna de Opinión: La biodiversidad invisible

Columna de Opinión: La biodiversidad invisible

Biodiversidad es un término muy utilizado y que se ha popularizado en los últimos años. Significa diversidad de vida, y pareciera ser un concepto simple, sin embargo, estamos lejos de entenderla en su totalidad y complejidad, y mucho menos de ser capaces de medirla. La protección de la biodiversidad se ha convertido en un imperativo mundial, o al menos debería serlo. Pero ¿en qué pensamos cuando hablamos de biodiversidad? Cuando se pregunta por este término, la mayoría de las personas alude a especies individuales, de plantas y animales, generalmente carismáticas, grandes mamíferos, aves, árboles de gran tamaño. Insectos muy poco, quizás alguna mariposa o abejas, hongos nada, líquenes tampoco. Ni hablar de los organismos unicelulares como las bacterias, las arqueas o los protistas. 

El 22 de mayo se celebra cada año el día mundial de la biodiversidad. Basta mirar los afiches alusivos a ese día para entender el porqué de esta visión. Somos los mismos científicos y las instituciones de conservación los que nos hemos encargado de instaurar esa imagen en la comunidad, y lo hemos hecho con buenas razones. Es difícil argumentar e incluso conseguir dinero para proteger, por ejemplo, a insectos venenosos, a alguna garrapata o a un grupo de bacterias. Es mucho más fácil conseguir apoyo a la conservación cuando la imagen de ésta es una especie que inspira sentimientos de ternura o admiración. Las especies emblemáticas son cruciales de proteger, ya que generalmente tienen un rol muy importante en los ecosistemas, y al conservarlas, aprovechamos de paso de proteger su ambiente, que también incluye a los seres vivos menos “atractivos”.

Sin embargo, esta visión de biodiversidad es extremadamente reduccionista. La Convención de Diversidad Biológica define biodiversidad como “el conjunto de ecosistemas, especies y la diversidad genética dentro de cada especie”, es decir, al proteger sólo ciertos organismos, no estamos realmente contribuyendo a la protección de la biodiversidad. Con el despegue de tecnologías de la biología molecular que nos permiten conocer la composición genética de las especies en sólo horas, o conocer qué tipo de ADN existe en una muestra de suelo o agua, o qué microorganismos se encuentran dentro de nuestro cuerpo, nos hemos ido dando cuenta que el concepto de biodiversidad es muchísimo más amplio de lo que podemos dimensionar. Resulta que cada organismo es en realidad un conjunto de organismos, un “holobionte”, y que prácticamente todos los componentes de la biodiversidad (humanos incluidos) vivimos en simbiosis formando verdaderos ecosistemas, con bacterias, hongos y otros seres vivos que no sólo nos acompañan, sino que son vitales para el desarrollo de muchos de nuestros procesos. Estos microorganismos son responsables de ciclos de nutrientes, participan en el ciclo del agua y del oxígeno, son los que nos permiten digerir compuestos que de otra manera no seríamos capaces de digerir. En el ser humano, por ejemplo, se han encontrado interacciones entre la microbiota (el conjunto de microorganismos) de nuestro intestino y factores cruciales de la salud, tanto física como mental. En las plantas, la interacción con hongos en las raíces no es sólo anecdótica, sino que es la clave de la vida en la tierra, ya que sin esta interacción no hubiera sido posible la colonización del ambiente terrestre por parte de las plantas, con el subsecuente cambio atmosférico que permitió a todos los seres terrestres respirar en la atmósfera.

Si tomamos una muestra de suelo, podemos encontrar, en unos pocos gramos, cientos de bacterias diferentes, con funciones que son imprescindibles para el desarrollo de la vida. Lo mismo ocurre con el agua. 

Otro componente de la biodiversidad que no se ve, son los procesos que han permitido la evolución de la vida en la tierra. La evolución es un proceso dinámico que ha permitido que los organismos se adapten a condiciones cambiantes. Al conservar los procesos evolutivos estamos protegiendo el “valor de opción” de la biodiversidad, es decir, todas esas funciones de las que sabemos muy poco o nada, pero que son vitales para el funcionamiento y la adaptación de los seres vivos a los cambios futuros. En una era de cambio acelerado e incierto, resulta crucial mantener el valor de opción de la biodiversidad. 

La biodiversidad es muchísimo más que un conjunto de especies, es la variabilidad completa de organismos vivos tanto de vida libre como los que habitan dentro de otros. Es además la variabilidad de los procesos que han generado la diversidad existente y que, esperamos, sigan generando biodiversidad futura, y los ecosistemas que sostienen a los demás componentes. Algunas partes de la biodiversidad se ven, otras no. A la biodiversidad que no podemos ver se le ha llamado la biodiversidad invisible.

Entonces, ¿cómo explicamos el concepto de biodiversidad? Como profesionales de su estudio, tenemos la misión de ampliar el concepto en nuestros estudiantes, colegas y en el público general. La conservación de la biodiversidad es efectivamente un imperativo, pero si seguimos con una visión reduccionista del concepto, estaremos conservando mal. Tenemos que enfatizar el estudio de todos los componentes de la biodiversidad, y la conservación de sus procesos. Entender la complejidad de las interacciones entre seres vivos, incluso dentro de nuestro propio cuerpo, es crucial para hacer una buena labor de protección de la vida en el planeta. Como dijo la zoóloga y filósofa Donna Haraway “todos los seres terrestres somos parientes en el sentido más profundo y ya es hora de empezar a cuidarnos mejor como ensambles y no como especies por separado”.

*El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad del autor o autora y no representa necesariamente la visión de la Facultad de Ciencas Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile (CFCN).

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